sábado, enero 24, 2009

Me piden que salga de testigo III

El sentido de todo lo que conté anteriormente era llegar a este punto: la crítica a la teoría de la evolución. Este planteo de la revista aparece encarado como un intento de refutar la afirmación de Richard Dawkins (el autor de El gen egoísta) según la cual la evolución sería una realidad innegable. Es cierto que antes de empezar con la crítica se vuelve necesaria una concesión: no es posible negar razonablemente la microevolución (es decir, los ligeros cambios que se dan en las sucesivas generaciones), ya que la misma está suficientemente confirmada por pruebas experimentales y observación directa. Ahora bien, es en lo que concierne a la macroevolución (es decir, los grandes cambios que se dan por la acumulación de los pequeños y que pueden convertir a una especie en otra diferente) donde estarían los problemas.

A la teoría de la macroevolución se le atribuyen tres hipótesis principales sobre las que ella se basaría, a saber:
1) que las mutaciones son el origen de nuevas especies;
2) que la selección natural contribuye a la formación de nuevas especies;
3) que el registro fósil demuestra que hubo cambios macroevolutivos en plantas y animales.

A continuación se procede a criticar, una por una, tales hipótesis, más o menos del modo que expondré:

1)
Desde fines de la década de 1930, los científicos han intentado producir nuevas especies por medio de la provocación y selección artificial de mutaciones; sin embargo, la mayoría de los intentos de conseguir variedades de rendimiento mayor ha fracasado. Los experimentos demostraron que cada vez se obtenían menos mutantes nuevos y que siempre reaparecía el mismo tipo de mutantes. De aquí Wolf-Ekkehard Lönnig dedujo la llamada "ley de la variación recurrente", de la que se seguiría que las especies "bien definidas genéticamente" tienen límites que las mutaciones no pueden traspasar. A partir de esto se concluye que "las investigaciones demuestran que las mutaciones no pueden transformar una especie original en otra totalmente distinta", ya que si numerosos y talentosos científicos no logran producir nuevas especies deliberadamente, "¿qué probabilidades hay de que lo consiga un proceso ciego y carente de inteligencia?"

2) Puesto que las mutaciones no pueden producir nuevas especies de plantas y animales, "la selección natural quizás esté ayudando a las especies a adaptarse a las vicisitudes de su existencia, pero en ningún caso crea nada nuevo".

3) El registro fósil no da cuenta de un proceso evolutivo gradual que haya producido una transición de una especie a otra, sino que, por el contrario, revela la existencia de largos períodos de tiempo durante los cuales se acumularon pocos cambios evolutivos, si acaso alguno, en la mayor parte de las especies. Según lo que parece indicar la evidencia fósil, las diversas especies han surgido de repente, luego de largos períodos sin modificaciones, así como muchas de ellas desaparecieron de una forma igual de súbita.

De esta manera se busca señalar que es preciso creer demasiadas cosas para dar por válida la teoría de la macroevolución, y que, por lo tanto, ésta debe ser considerada más como un mito que como una realidad. Y teniendo en cuenta la dicotomía que quedó enunciada en nuestro anterior post, la presente refutación equivaldría a la confirmación de la versión bíblica sobre la Creación. Sólo resta comentar en qué sentido deberíamos, según la revista, atenernos al relato del Génesis, y cómo podemos compatibilizarlo con las verdades de la ciencia. Pero eso quedará pendiente para otra ocasión.

2 comentarios:

Malena dijo...

¿Cuánto tiempo más vas a tenernos sin saber el final de esta apasionadísima contienda? Los estudiantes de filosofía del mundo te lo piden ._.

Nico dijo...

Pues de todos los del mundo, uno solo (vos) me comunicó ese entusiasmo. Pero muchas gracias por el empujón, estimada. Pronto actualizo con alguna cuestión desvinculada y recién después de eso sale la cuarta y última entrega de esta desopilante serie.