martes, marzo 25, 2014

Duelos

Aunque los leí hace ya mucho tiempo, todavía, cada vez que alguien nombra a Rosalía de Castro, se me viene el preciso recuerdo de estos versos de su autoría, cuyo descubrimiento debe haberme impresionado bastante. En A mi madre (1863), se pregunta la poetisa:

¿Llegará a tanto el insensible olvido?...
¿La ingratitud del hombre a tanto alcanza,
que entre uno y otro lazo desunido
ceda siempre al vaivén de la mudanza?

Se le ha muerto la madre a Rosalía, y en esta obra ella se niega a olvidarla y se aferra a la congoja del duelo, cuyo alivio promete no encontrar.

Ahora volvieron a visitarme los mismos versos mientras leía la epístola 63 de Séneca a Lucilio. Aquella mudanza que Rosalía teme, al famoso estoico le parece deseable y hasta inevitable. En efecto, a Lucilio, muy afectado por la muerte de un amigo común de ambos, le dice Séneca: "Apenas hayas dejado de prestarte atención, esa imagen de la tristeza desaparecerá; ahora vos mismo estás custodiando tu dolor. Pero incluso al que lo custodia  se le escapa".