viernes, abril 04, 2008

Dibujos

Hace unos cuantos años me encantaba dibujar. Nunca tuve algo parecido a una técnica profesional, pero sí bastante paciencia y concentración. Comenzaba muchos dibujos, pero como mi lentitud era notablemente mayor que mi paciencia, solía aburrirme antes de terminar la mayoría de ellos. Si bien me frustraba verlos inacabados, no sentía un gran regocijo al concluirlos, sino más comúnmente la decepción del resultado; el mayor deleite lo encontraba en el proceso de elaboración, cuando sentía que me acercaba, con trazos morosos y mil veces intentados, a la figura que buscaba.

De a poco, con el tiempo abandoné aquella actividad casi del todo. Nos elegimos constantemente y trazamos, con escaso dominio de una mano temblorosa, las líneas de una obra que siempre quedará en boceto. Yo no me elegí dibujante, ni siquiera aficionado al dibujo. Aunque todavía hoy me entretengo, de vez en cuando, en garabatear algún mamarracho en el margen de mis apuntes académicos o en un rincón de mi cuaderno de notas, acepto sin mucho pesar que lo más probable es que cada vez dibuje menos y peor.

Escaneé algunos dibujitos y los reuní. No he registrado las fechas, pero calculo que los más viejos deben contar una década.