viernes, junio 13, 2008

Antilogía

Según algunos testimonios que nos lega la tradición, el sofista Protágoras de Abdera postulaba que respecto de cualquier proposición puede siempre argumentarse, con idéntica eficacia, tanto a favor como en contra.

Para ejemplificar ese tipo de argumentación falaz, el romano Aulo Gelio, en la nota 10 del libro V de sus Noctes Atticae, narra un episodio que el chismógrafo Diógenes Laercio apenas llega a mencionar. Es el siguiente:

Protágoras, que –como se sabe– cobraba por sus lecciones de oratoria, pactó con el joven Evatlo que éste le pagase al comienzo sólo la mitad del costo de ellas, y que postergase el pago de la otra mitad hasta el momento en que, ya instruido en el arte del alegato forense, hubiera defendido y ganado su primer pleito.

Ahora bien, como después de este acuerdo hubo pasado mucho tiempo sin que Evatlo mostrase la menor intención de disputar alguna causa, el maestro, sospechando que el alumno perseveraba en su actitud remisa para no tener que saldar su deuda, concibió una estratagema para cobrar su dinero, a saber: presentar una demanda contra Evatlo.

Cuando ambos acudieron ante los jueces, dijo Protágoras: “Date cuenta, pendejo boludísimo, de que me vas a pagar lo que pido de una u otra manera, ya sea la sentencia a favor o en contra de vos. Ya que si la causa se decide contra vos, me deberás a pagar de acuerdo con la sentencia, porque yo habré ganado; pero si la decisión te favorece a vos, me deberás pagar de acuerdo con nuestro contrato, porque vos habrás ganado.”

Evatlo contestó así: “Pude haber ido al enfrentamiento de este sofisma de usted tan equívoco si no hubiera tomado la palabra yo mismo y hubiera empleado a otro como abogado. Pero tengo una mayor satisfacción en esta victoria cuando le gano no sólo en la causa sino también en ese argumento. Así que dese cuenta usted también, maestro sapientísimo, de que no le voy a pagar lo que pide de ninguna de las dos maneras, ya sea la sentencia a favor o en contra de mí. Ya que si los jueces se expresan a favor de mi causa, nada le deberá ser pagado de acuerdo con la sentencia, porque yo habré ganado; pero si se pronuncian contra mí, nada le deberé pagar de acuerdo con nuestro contrato, porque no habré ganado.”

Los jueces, considerando que cualquier decisión que tomaran se anularía a sí misma, dejaron la cuestión pendiente y pospusieron la causa para un futuro distante. Algo no muy distinto, en definitiva, de lo que hizo Zeus con la persecución del perro de Procris (que no dejaba presa sin atrapar) al zorro de Teumesa (que no podía ser alcanzado).