sábado, noviembre 14, 2009

Opinión pública y democracia

Mientras los totalitarios reprimen toda información y toda manifestación de la conciencia popular, los cabecillas de la plutocracia impiden, por el manejo organizado de los medios de formación de las ideas, que los pueblos tengan conciencia de sus propios problemas y los resuelvan en función de sus verdaderos intereses.


De los Escritos inéditos de don Arturo Jauretche, que ayer cumplió 108 años y mucho no se le nota.

viernes, noviembre 06, 2009

Evidencias

Vos pensá que sería en vano señalarle a un defensor del creacionismo la enorme cantidad de similitudes estructurales que existen entre distintas especies de seres vivos y que están registradas por la anatomía y la embriología comparadas. Esos datos no alcanzarían a persuadirlo de la procedencia a partir de un ancestro común. Él, probablemente, te objetaría con astucia que hasta los partidarios del evolucionismo reconocen la existencia de parecidos estructurales entre especies filogenéticamente independientes. Y, para agregarle a esa objeción la propuesta de una explicación alternativa, postularía tal vez una escala en la que todas las especies, inmutables, pudieran ser ordenadas sucesivamente, en una gradación sutil de innúmeros escalones, según su nivel de complejidad y perfección: interpretadas a partir de tal esquema, las semejanzas entre especies vecinas no serían sino evidencias del estrecho eslabonamiento que liga desde siempre a todos los seres en una única y vastísima serie –cuya autoría, por supuesto, es atribuida a una sola Mano Creadora–. La naturaleza sería, así, según el defensor del creacionismo, un conjunto en el que cada especie tiene su lugar invariablemente fijado. Las mutaciones, que ya son una verdad indiscutible, sólo producen, te diría él, variaciones en caracteres accesorios. Esta vieja tesis de una scala naturae fue quizá formulada inicialmente por Aristóteles, ha subsistido durante muchos siglos y llegó a ser sostenida por otras celebridades de la anatomía comparada como Gottfried Leibniz, Charles Bonnet y Georges Cuvier. Por consiguiente, reconocé al menos que sería necio ignorar que muchos, antes que vos, han notado las mismas similitudes entre especies y, sin embargo, han sacado de ellas una conclusión bien distinta a la de Darwin.

Es inútil también que hagas mención de las correspondencias estructurales entre las especies actuales y las extintas. El propio Cuvier, casi el fundador de la paleontología, observó que en caso de existir una filiación entre unas y otras, debería registrarse una mayor evidencia fósil que testimoniara el proceso de transformación gradual de unas en otras. La escasez de evidencia en favor de un ritmo evolutivo uniforme, que sigue siendo reconocida hoy y que llevó a Stephen Jay Gould y Niles Eldredge a postular la teoría del equilibrio puntuado, ha brindado a muchos otros motivo o excusa para seguir apoyando el fijismo. En la opinión de ellos, las especies extintas habrían sido no menos constantes e inmutables que las de hoy; diversos cataclismos las habrían aniquilado, sin que dejaran ninguna descendencia.

Nuestra dificultad, como defensores de la teoría de la evolución, reside en que la transformación de unas especies en otras no es en realidad un fenómeno que podamos ver sucediendo, sencillamente porque no vivimos el tiempo suficiente. Llegamos demasiado tarde y nos vamos demasiado temprano.

miércoles, octubre 28, 2009

Voces

Un poco tarde, sí, pero para dejarlo acá asentado...


viernes, julio 31, 2009

G. K. Chesterton, en su biografía de Robert Browning, cuenta de éste que su sentido de la inviolabilidad de la diferencia humana era tan profundo, que la idea misma de la humanidad le parecía repugnante y prosaica, porque fundía a los hombres en una mezcla uniforme en la que todos, en lugar de combinarse, se perdían por completo, del mismo modo que si se tocaran cuatrocientas canciones hermosas a la vez. Creía Browning que a cada persona Dios le había hecho una confidencia definitiva y particular, y que cada uno de nosotros era, por ende, el secreto portador de un mensaje peculiar. A veces mi padre afirma, aunque a su manera, algo lejanamente similar o que podría considerarse un corolario de lo antedicho, a saber: que hasta el mayor de los pelotudos tiene alguna cosa interesante para aportarnos. A veces estas creencias falaces llegan a animarme un poco, pero casi siempre consigo escapar a la tentación de sentir que tengo algo propio que expresar. Sé que no soy único, ni siquiera especial. Soy casi nadie. Me bastaron unas pocas lecturas para reconocer que todo lo que podría decir ya fue mejor dicho por otros –incluso esta constatación melancólica no tiene nada de original. Pero me gusta, pese a todo, palabrear, y cada vez que, entre dilatados espacios de abstinencia, me llega de no sé dónde el impulso para sentarme a escribir, soy capaz abstraerme largamente en esta infructuosa tarea, a menudo postergando otras urgentes. Con un deleite morboso, me detengo acá y allá en la minuciosa reformulación de frases que me importan sólo a mí, retenido por cierta vanidad que me hace modelar y admirar la gracia que palpita en mi propio gesto inútil. Puedo, en estos casos, prescindir de la idea de un receptor, ya que habitualmente no es mi objetivo comunicar nada a nadie. Sólo me dejo escribir, y en medio de ese trance cualquier otro asunto aparece como una distracción molesta y fugaz. Recién cuando el ímpetu se acaba experimento la necesidad de publicarme, pero como el malestar por un trámite inevitable en el que debiera involucrar a terceros para que mediasen entre algo mío y yo. Ahora que termino, por ejemplo, me fastidia haber escrito, lo consumado me defrauda y no querría socializar esto de mí. Aun así lo publico y me pregunto no sé qué.

martes, mayo 19, 2009

Caverna

¡Seguimos en un nuevo bloque de ¡Qué Platón!, el programa de juegos más filosófico de la televisión! Bueno, mis socratitos, repasemos la tabla de posiciones: el equipo de los Jenócrates ya tiene cuatro competencias ganadas y se encuentra muy cerquita de la Idea del Bien. ¡Pero ojo, que los Espeusipos no se quedaron atrás y ya están casi pateándoles los talones, después de haber ganado 100 puntos en el juego de la Línea Dividida! No se despeguen de la pantalla, mis socratitos, que ya pronto se viene el desafío más difícil del programa: ¡La Carrera de los Carros Alados! ¡Sí, nuestros participantes se van a vestir de aurigas y van a tratar de conducir un carro muy especial, tirado por dos caballos, uno manso y otro redomón! ¡Qué desafío, mis socratitos! ¡Una alocada y apasionante carrera en cuesta arriba que uds. no se pueden perder!
¿Quién llegará primero a la Idea y ganará la corona de filósofo rey? ¡Ayayay, por el perro, qué peleado que está el concurso! Pero ahora llamemos a nuestros participantes, porque vamos a jugar a... ¡La Caverna!

jueves, marzo 26, 2009

Me piden que salga de testigo IV

Luego de haber pretendidamente demostrado que la macroevolución sería una vil patraña, la revista aborda un tema importantísimo para el creyente, a saber: si se contradicen o no el relato del Génesis y la ciencia. Como es obvio, la suma importancia de esta cuestión radica en que las verdades propiamente científicas –no como las de Darwin– tienen una fundamentación mucho más sólida que las religiosas, y por lo tanto, en caso de existir la contradicción mencionada, el texto bíblico resultaría, si no refutado, al menos seriamente desacreditado. Sólo habría dos soluciones posibles para el creyente: o bien demostrar que las presuntas verdades científicas implicadas no son tales, o bien demostrar que la contradicción no es real sino aparente. Por su parte, según lo dicho aquí, los fundamentalistas cristianos (quienes afirman que el universo fue creado en 6 días de 24 horas, hace unos 10.000 años) están claramente refutados por la ciencia; el testigo debe alejarse de la interpretación de aquéllos, que la Biblia no respalda, y mostrar "lo que nos enseña realmente la Biblia".

La primera cuestión problemática que aparece es, obviamente, la del principio del universo. El Génesis arranca, como sabemos, contando: "En el principio Dios creó los cielos y la tierra". Esta acción divina, según "los eruditos bíblicos coinciden", no forma parte de lo ocurrido en el primero de los seis días de la creación (del que se empezaría a hablar recién en 1:3, cuando Dios dijo: "Sea la luz", y hubo luz, y Él la separó de las tinieblas creando el día y la noche). Esto significaría que, según la Biblia, el universo ya existía desde un tiempo indefinido anterior al comienzo de los días creativos. De esta manera, encontrándose inespecificada la antigüedad de "los cielos y la tierra", no hay entonces ningún conflicto aquí entre la afirmación bíblica y los cálculos de geólogos y astrónomos acerca de la antigüedad respectiva de la Tierra y del universo.

En cuanto a los seis días creativos, el error de los fundamentalistas es entenderlos como ciclos de 24 horas; todos reconocemos que semejante interpretación está en grave contradicción con las investigaciones de la geología y la paleontología. Sin embargo, la palabra hebrea que se traduce por "día" puede, en realidad, aludir a espacios de tiempo de duración diversa, no sólo de 24 horas. Por lo tanto, cuando se habla en el Génesis de los días de la creación, podría tratarse de períodos muy extensos. Así, la aparición gradual de las obras de la creación fue mucho más lenta de lo que afirman los fundamentalistas. Y de hecho, "un análisis cuidadoso" de la narración del Génesis nos mostraría que algunos acontecimientos, aunque comenzaron en un "día" determinado, no se dieron de forma instantánea, sino que se prolongaron durante uno o más de los "días" siguientes. Así, por ejemplo, el Sol ya existía desde antes del primer período creativo, y posiblemente fue durante el transcurso de éste cuando unas nubes densas, que impedían que la luz llegara a la superficie de la Tierra, comenzaron a disiparse; este fenómeno se extendió al menos hasta el cuarto día, que fue cuando el Sol y la Luna comenzaron a ser visibles desde la Tierra. Lo mismo se aplicaría a la aparición progresiva de la vida, que se produjo a lo largo del quinto y el sexto día.

En la serie que aquí termina, he tratado simplemente de exponer –aunque a veces con cierta ironía inevitable– algunas formas de argumentación que encontré en las revistas de los testigos. Me guardé las muchas críticas y objeciones que fácilmente pudieran hacérseles y busqué, más bien, ilustrar dos estrategias argumentativas casi contrarias que me pareció notar en ellos: en primer lugar, defender la existencia de un Dios Creador señalando el fracaso del saber científico para explicar cabalmente determinados fenómenos; en segundo lugar, defender la validez del texto bíblico sosteniendo no sólo que las afirmaciones de la ciencia que parecen refutarlo no lo hacen realmente, sino también que diversos saberes científicos ya estaban de algún modo contenidos anticipadamente en la Biblia.

jueves, marzo 19, 2009

Alegato

[...] Tienen razón los que ponen de manifiesto la rebelde libertad de este miembro que se entromete tan inoportunamente cuando menos falta nos hace y desfallece tan inoportunamente cuando más falta nos hace, que tan imperiosamente discute la autoridad de nuestra voluntad y con tanto orgullo y obstinación rechaza nuestros ruegos mentales y manuales. Sin embargo, si contra los ataques que se le hacen por su rebeldía justificando así su condena, hubiérame pagado para abogar por su causa, a lo mejor sospechaba de los otros miembros de haber levantado contra él premeditadamente esta querella, por pura envidia de la importancia y dulzura de su uso, y de haber armado una conspiración para poner al mundo en su contra, cargándole a él malignamente las culpas de todos. Pues os pido que penséis si existe parte alguna de nuestro cuerpo que no le niegue a menudo a nuestra voluntad su actuación y que no la ejerza a menudo contra nuestra voluntad. [...] Los aparatos que sirven para descargar el vientre tienen sus propias contracciones, con independencia de nuestra opinión e incluso contra ella, como los destinados a descargarnos los riñones. Y aun cuando para revalorizar el poder absoluto de nuestra voluntad, alegase San Agustín haber visto a alguien que ordenaba a su trasero tantos pedos como quería y aun cuando su glosador Vives fuese más lejos con otro ejemplo de su época de pedos organizados según el tono de los versos que se les pronunciaba, ello no supone tampoco la pura obediencia de este miembro; pues ¿acaso existe otro por lo común más indiscreto y escandaloso? Además sé de uno tan turbulento y rebelde que tiene a su amo sin aliento tirándose pedos constantemente y sin remisión desde hace cuarenta años, llevándole así a la muerte. Y quiera Dios que sólo sepa por las historias cuántas veces nos lleva el vientre hasta las puertas de una muy angustiosa muerte por negarnos a un solo pedo [...].

Mas ¡con cuánta mayor verosimilitud podemos tachar a nuestra voluntad por cuyos derechos ponemos por delante este reproche, de rebelión y de sedición, por su desenfreno y desobediencia! ¿Acaso quiere siempre lo que querríamos nosotros que quisiera? [...] En resumen, diré a favor de mi defendido que es fácil considerar que, estando su causa en este hecho inseparablemente ligada a un cómplice, e indistintamente, se acusa, sin embargo, sólo a él y con argumentos y cargos tales que, vista la condición de las partes, no pueden pertenecer ni concernir en modo alguno a dicho cómplice. De donde se deduce la animosidad e ilegalidad manifiesta de los acusadores. Sea como sea, por mucho que los abogados se querellen y los jueces sentencien, la naturaleza seguirá su camino aun cuando sólo habría hecho justicia si hubiera dotado a este miembro, autor de la única obra inmortal de los mortales, de cualquier particular privilegio.
[...]


Fragmento del ensayo "De la fuerza de la imaginación", de Michel de Montaigne, un señor muy copado, que escribía como pensaba, exquisita pero francamente, cuya obra es altamente disfrutable y, en mi opinión, debería editarse y leerse más. Cito la traducción de María Dolores Picazo y Almudena Montojo, con leves modificaciones. (El texto original en francés puede encontrarse acá.)

viernes, marzo 06, 2009

Traducción de LOREM IPSUM

Oh curioso navegante que arribas a este lugar conducido por el viento Google, en busca de algo que no puede ser hallado, a ti te dedico la explicación de abajo.

Lorem Ipsum o –para los amigos– Lipsum es el nombre que recibe un texto de relleno que se suele utilizar en diseño editorial, diseño gráfico y diseño web para demostraciones de tipografía y borradores de diseño. Es lo que algunos llaman "texto ciego". Su función es suplantar al texto final que ha de figurar luego –y que muchas veces el propio diseñador desconoce– para exhibir solamente una imagen general del espacio que aquél ha de ocupar. Lo que diferencia al Lipsum de otros textos ciegos es que mantiene una distribución de las letras más o menos similar a la de un texto normal. Además, fue deliberadamente concebido como un texto ilegible, para procurar que el observador no se distraiga con el contenido y preste atención sólo a la imagen del diseño. Por lo tanto, oh nauta indagador, no existe una traducción del Lorem Ipsum.

Este texto se emplea desde hace 500 años. Parece que su versión estándar comienza del siguiente modo:

"Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipisicing elit, sed do eiusmod tempor incididunt ut labore et dolore magna aliqua. Ut enim ad minim veniam, quis nostrud exercitation ullamco laboris nisi ut aliquip ex ea commodo consequat. Duis aute irure dolor in reprehenderit in voluptate velit esse cillum dolore eu fugiat nulla pariatur. Excepteur sint occaecat cupidatat non proident, sunt in culpa qui officia deserunt mollit anim id est laborum."

Alguien me dirá que eso está escrito en latín y que, por ende, algo dice, y que, por ende, es traducible. Le contestaré que cierta razón tiene, ya que el Lipsum está compuesto sobre la base de un texto latino, a saber: las secciones 32 y 33 del libro I de la obra de Cicerón titulada De finibus bonorum et malorum (Sobre los límites del bien y del mal). Sin embargo, ese texto latino está alterado mediante la omisión, el agregado y la alteración del orden de letras y palabras, de manera tal que pierde todo el sentido.

Así, el fragmento de Lipsum que se lee arriba tiene como fuente al texto original que sigue, y toma de él las partes que resalto con negrita:

"Neque porro quisquam est, qui dolorem ipsum quia dolor sit amet, consectetur, adipisci velit, sed quia non numquam eius modi tempora incidunt ut labore et dolore magnam aliquam quaerat voluptatem. Ut enim ad minima veniam, quis nostrum exercitationem ullam corporis suscipit laboriosam, nisi ut aliquid ex ea commodi consequatur? Quis autem vel eum iure reprehenderit qui in ea voluptate velit esse quam nihil molestiae consequatur, vel illum qui dolorem eum fugiat quo voluptas nulla pariatur? At vero eos et accusamus et iusto odio dignissimos ducimus qui blanditiis praesentium voluptatum deleniti atque corrupti quos dolores et quas molestias excepturi sint occaecati cupiditate non provident, similique sunt in culpa qui officia deserunt mollitia animi, id est laborum et dolorum fuga."

La traducción del pasaje sería más o menos esta:

"Ni tampoco hay nadie que ame, persiga y quiera alcanzar el dolor mismo porque sea dolor, sino porque a veces se dan las circunstancias de tal manera, que con esfuerzo y dolor puede obtener algún gran placer. En efecto, para ir a cosas insignificantes, ¿quién de nosotros asume algún ejercicio físico trabajoso si no es para conseguir alguna ventaja de él? Por otra parte, ¿quién censuraría con razón a aquel que quiere estar en un placer al que no siga ninguna molestia, o a aquel que huye del dolor con el que no se produce ningún placer? Pero sin duda acusamos y juzgamos como los más dignos de un justo aborrecimiento a aquellos que, ablandados y corrompidos por el encanto de los placeres presentes, cegados por el deseo, no prevén los dolores y las molestias que han de sucederles, y están en falta semejante quienes abandonan sus deberes por debilidad de espíritu, es decir, por huir de esfuerzos y dolores."

Pues bien, finalmente has encontrado una traducción, oh navegante. Pero no la que buscabas, no la del incoherente Lipsum, sino la de un pasaje ciceroniano. Ahora puedes irte en paz, con el alma hinchada por un nuevo conocimiento inútil del que presumir. No creas que te echo nada en cara, navegante. ¿Quién puede estar libre de presunción, si es ella tan agradable?

Para más información sobre el Lorem Ipsum, dirígete aquí.


sábado, enero 24, 2009

Me piden que salga de testigo III

El sentido de todo lo que conté anteriormente era llegar a este punto: la crítica a la teoría de la evolución. Este planteo de la revista aparece encarado como un intento de refutar la afirmación de Richard Dawkins (el autor de El gen egoísta) según la cual la evolución sería una realidad innegable. Es cierto que antes de empezar con la crítica se vuelve necesaria una concesión: no es posible negar razonablemente la microevolución (es decir, los ligeros cambios que se dan en las sucesivas generaciones), ya que la misma está suficientemente confirmada por pruebas experimentales y observación directa. Ahora bien, es en lo que concierne a la macroevolución (es decir, los grandes cambios que se dan por la acumulación de los pequeños y que pueden convertir a una especie en otra diferente) donde estarían los problemas.

A la teoría de la macroevolución se le atribuyen tres hipótesis principales sobre las que ella se basaría, a saber:
1) que las mutaciones son el origen de nuevas especies;
2) que la selección natural contribuye a la formación de nuevas especies;
3) que el registro fósil demuestra que hubo cambios macroevolutivos en plantas y animales.

A continuación se procede a criticar, una por una, tales hipótesis, más o menos del modo que expondré:

1)
Desde fines de la década de 1930, los científicos han intentado producir nuevas especies por medio de la provocación y selección artificial de mutaciones; sin embargo, la mayoría de los intentos de conseguir variedades de rendimiento mayor ha fracasado. Los experimentos demostraron que cada vez se obtenían menos mutantes nuevos y que siempre reaparecía el mismo tipo de mutantes. De aquí Wolf-Ekkehard Lönnig dedujo la llamada "ley de la variación recurrente", de la que se seguiría que las especies "bien definidas genéticamente" tienen límites que las mutaciones no pueden traspasar. A partir de esto se concluye que "las investigaciones demuestran que las mutaciones no pueden transformar una especie original en otra totalmente distinta", ya que si numerosos y talentosos científicos no logran producir nuevas especies deliberadamente, "¿qué probabilidades hay de que lo consiga un proceso ciego y carente de inteligencia?"

2) Puesto que las mutaciones no pueden producir nuevas especies de plantas y animales, "la selección natural quizás esté ayudando a las especies a adaptarse a las vicisitudes de su existencia, pero en ningún caso crea nada nuevo".

3) El registro fósil no da cuenta de un proceso evolutivo gradual que haya producido una transición de una especie a otra, sino que, por el contrario, revela la existencia de largos períodos de tiempo durante los cuales se acumularon pocos cambios evolutivos, si acaso alguno, en la mayor parte de las especies. Según lo que parece indicar la evidencia fósil, las diversas especies han surgido de repente, luego de largos períodos sin modificaciones, así como muchas de ellas desaparecieron de una forma igual de súbita.

De esta manera se busca señalar que es preciso creer demasiadas cosas para dar por válida la teoría de la macroevolución, y que, por lo tanto, ésta debe ser considerada más como un mito que como una realidad. Y teniendo en cuenta la dicotomía que quedó enunciada en nuestro anterior post, la presente refutación equivaldría a la confirmación de la versión bíblica sobre la Creación. Sólo resta comentar en qué sentido deberíamos, según la revista, atenernos al relato del Génesis, y cómo podemos compatibilizarlo con las verdades de la ciencia. Pero eso quedará pendiente para otra ocasión.