jueves, mayo 29, 2008

Versos

Hace un tiempo, a mi abuela Hilda, que con sus años conserva una buena memoria, la palabra "locomotora" le trajo a la mente estos versos que recitó con exactitud:

–¡Alto el tren! –Parar no puede.
–¿Ese tren a dónde va?
–Por el mundo caminando
en busca del ideal.
–¿Cómo se llama? –Progreso.
–¿Quién va en él? –La humanidad.
–¿Quién lo dirige? –Dios mismo.
–¿Cuándo parará? –Jamás.

No me podía indicar el nombre del autor, no por olvido sino porque nunca lo supo. Yo quise averiguarlo y, en casa, a partir de algunas palabras que había retenido, googleé el poema. Se titula "El tren eterno". Primero encontré que era obra de Campoamor; pero no sin razón desconfié de esa respuesta inicial y, con poca indagación más, descubrí que el autor fue en realidad Manuel de la Revilla (cuyo libro Dudas y tristezas prologó Campoamor).

Bueno, la cuestión es que, una vez leído, y pese a que yo, a diferencia de mi abuela, no creo en nada de lo que él mienta –salvo quizá en los trenes–, el poema se me quedó grabado. Cada tanto lo repito para mí y compruebo con gusto que lo sigo recordando. No sé si espero convencerme de algo a fuerza de repeticiones o si en el fondo ya creo en la humanidad, en el progreso, en Dios, y por eso lo repito.