jueves, marzo 19, 2009

Alegato

[...] Tienen razón los que ponen de manifiesto la rebelde libertad de este miembro que se entromete tan inoportunamente cuando menos falta nos hace y desfallece tan inoportunamente cuando más falta nos hace, que tan imperiosamente discute la autoridad de nuestra voluntad y con tanto orgullo y obstinación rechaza nuestros ruegos mentales y manuales. Sin embargo, si contra los ataques que se le hacen por su rebeldía justificando así su condena, hubiérame pagado para abogar por su causa, a lo mejor sospechaba de los otros miembros de haber levantado contra él premeditadamente esta querella, por pura envidia de la importancia y dulzura de su uso, y de haber armado una conspiración para poner al mundo en su contra, cargándole a él malignamente las culpas de todos. Pues os pido que penséis si existe parte alguna de nuestro cuerpo que no le niegue a menudo a nuestra voluntad su actuación y que no la ejerza a menudo contra nuestra voluntad. [...] Los aparatos que sirven para descargar el vientre tienen sus propias contracciones, con independencia de nuestra opinión e incluso contra ella, como los destinados a descargarnos los riñones. Y aun cuando para revalorizar el poder absoluto de nuestra voluntad, alegase San Agustín haber visto a alguien que ordenaba a su trasero tantos pedos como quería y aun cuando su glosador Vives fuese más lejos con otro ejemplo de su época de pedos organizados según el tono de los versos que se les pronunciaba, ello no supone tampoco la pura obediencia de este miembro; pues ¿acaso existe otro por lo común más indiscreto y escandaloso? Además sé de uno tan turbulento y rebelde que tiene a su amo sin aliento tirándose pedos constantemente y sin remisión desde hace cuarenta años, llevándole así a la muerte. Y quiera Dios que sólo sepa por las historias cuántas veces nos lleva el vientre hasta las puertas de una muy angustiosa muerte por negarnos a un solo pedo [...].

Mas ¡con cuánta mayor verosimilitud podemos tachar a nuestra voluntad por cuyos derechos ponemos por delante este reproche, de rebelión y de sedición, por su desenfreno y desobediencia! ¿Acaso quiere siempre lo que querríamos nosotros que quisiera? [...] En resumen, diré a favor de mi defendido que es fácil considerar que, estando su causa en este hecho inseparablemente ligada a un cómplice, e indistintamente, se acusa, sin embargo, sólo a él y con argumentos y cargos tales que, vista la condición de las partes, no pueden pertenecer ni concernir en modo alguno a dicho cómplice. De donde se deduce la animosidad e ilegalidad manifiesta de los acusadores. Sea como sea, por mucho que los abogados se querellen y los jueces sentencien, la naturaleza seguirá su camino aun cuando sólo habría hecho justicia si hubiera dotado a este miembro, autor de la única obra inmortal de los mortales, de cualquier particular privilegio.
[...]


Fragmento del ensayo "De la fuerza de la imaginación", de Michel de Montaigne, un señor muy copado, que escribía como pensaba, exquisita pero francamente, cuya obra es altamente disfrutable y, en mi opinión, debería editarse y leerse más. Cito la traducción de María Dolores Picazo y Almudena Montojo, con leves modificaciones. (El texto original en francés puede encontrarse acá.)

2 comentarios:

Malena dijo...

La frase "ruegos mentales y manuales" es sencillamente perfecta.

Nico dijo...

Por cierto, tal vez el fragmento que cito sea demasiado extenso, pero la verdad es que no pude cercenarlo más sin sentir que le quitaba gracia o dejaba demasiado trunca la argumentación.

Un mi amigo me recomendó que, para que el lector apreciase mejor el texto, sería conveniente contarle que Montaigne vivió y escribió en el siglo XVI.