Luego de haber pretendidamente demostrado que la macroevolución sería una vil  patraña, la revista aborda un tema importantísimo para el creyente, a saber: si  se contradicen o no el relato del Génesis y la ciencia. Como es obvio, la suma  importancia de esta cuestión radica en que las verdades propiamente científicas –no como las de Darwin– tienen una fundamentación mucho más sólida que las  religiosas, y por lo tanto, en caso de existir la contradicción mencionada, el  texto bíblico resultaría, si no refutado, al menos seriamente desacreditado.  Sólo habría dos soluciones posibles para el creyente: o bien demostrar que las  presuntas verdades científicas implicadas no son tales, o bien demostrar que la  contradicción no es real sino aparente. Por su parte, según lo dicho aquí, los  fundamentalistas cristianos (quienes afirman que el universo fue creado en 6  días de 24 horas, hace unos 10.000 años) están claramente refutados por la  ciencia; el testigo debe alejarse de la interpretación de aquéllos, que la  Biblia no respalda, y mostrar "lo que nos enseña realmente la Biblia".
La  primera cuestión problemática que aparece es, obviamente, la del principio del  universo. El Génesis arranca, como sabemos, contando: "En el principio Dios creó  los cielos y la tierra". Esta acción divina, según "los eruditos bíblicos  coinciden", no forma parte de lo ocurrido en el primero de los seis días de la  creación (del que se empezaría a hablar recién en 1:3, cuando Dios dijo: "Sea la  luz", y hubo luz, y Él la separó de las tinieblas creando el día y la noche).  Esto significaría que, según la Biblia, el universo ya existía desde un tiempo  indefinido anterior al comienzo de los días creativos. De esta manera,  encontrándose inespecificada la antigüedad de "los cielos y la tierra", no hay  entonces ningún conflicto aquí entre la afirmación bíblica y los cálculos de  geólogos y astrónomos acerca de la antigüedad respectiva de la Tierra y del  universo.
En cuanto a los seis días creativos, el error de los  fundamentalistas es entenderlos como ciclos de 24 horas; todos reconocemos que  semejante interpretación está en grave contradicción con las investigaciones de  la geología y la paleontología. Sin embargo, la palabra hebrea que se traduce  por "día" puede, en realidad, aludir a espacios de tiempo de duración diversa,  no sólo de 24 horas. Por lo tanto, cuando se habla en el Génesis de los días de  la creación, podría tratarse de períodos muy extensos. Así, la aparición gradual  de las obras de la creación fue mucho más lenta de lo que afirman los  fundamentalistas. Y de hecho, "un análisis cuidadoso" de la narración del  Génesis nos mostraría que algunos acontecimientos, aunque comenzaron en un "día"  determinado, no se dieron de forma instantánea, sino que se prolongaron durante  uno o más de los "días" siguientes. Así, por ejemplo, el Sol ya existía desde  antes del primer período creativo, y posiblemente fue durante el transcurso de  éste cuando unas nubes densas, que impedían que la luz llegara a la superficie  de la Tierra, comenzaron a disiparse; este fenómeno se extendió al menos hasta  el cuarto día, que fue cuando el Sol y la Luna comenzaron a ser visibles desde  la Tierra. Lo mismo se aplicaría a la aparición progresiva de la vida, que se  produjo a lo largo del quinto y el sexto día.
En la serie que aquí termina, he tratado simplemente de exponer  –aunque a veces con cierta ironía inevitable– algunas formas de argumentación que  encontré en las revistas de los testigos. Me guardé las muchas críticas y  objeciones que fácilmente pudieran hacérseles y busqué, más bien, ilustrar dos  estrategias argumentativas casi contrarias que me pareció notar en ellos: en  primer lugar, defender la existencia de un Dios Creador señalando el fracaso del  saber científico para explicar cabalmente determinados fenómenos; en segundo  lugar, defender la validez del texto bíblico sosteniendo no sólo que las  afirmaciones de la ciencia que parecen refutarlo no lo hacen realmente, sino  también que diversos saberes científicos ya estaban de algún modo contenidos  anticipadamente en la Biblia.