A los ñomos no les importa esta tarde mañífica de sol radiante, porque ellos viven muy bajo la tierra. Se sabe que son hombrecitos solitarios, pero que una vez al mes se reúnen todos en una caverna iñota, como si fueran una gran familia, y celebran mañánimos banquetes en torno a una sola mesa enorme. Antes de empezar, eso sí, rezan a coro el añusdéi, pero ahí acaba toda la formalidad y pronto se entregan licenciosamente a la ingesta de alimentos y al diálogo, no siempre de manera alternada.
Pero hete aquí que una de esas comilonas tuvo un iñominioso desenlace. Sucedió que aquel día la conversación de los ñomos, que giraba sobre los asuntos más variados, fue a instalarse en temas de ñoseología. En ese momento uno de los presentes, el ñomo Iñacio, se declaró añóstico. Para qué. Primero se hizo un silencio general, y en seguida se alzaron cien voces que al unísono lo acusaron de iñorante. "¡Mirá si va a ser incoñoscible!", protestaron. Estaban indiñados. Él se mantuvo firme en su tesis, impuñando los argumentos que le salían al paso. Sin embargo, la última palabra fue de los otros, que no estaban dispuestos a sentir sus oídos impreñados de semejantes ideas, y reputándolo "poseído por el Maliño", se arrojaron con íñeo furor contra el polémico e indiño personaje.
Iñacio resistió un poco, evitando los ataques de un ñomo proñato, pero cuando vio que se le venía encima el montón, estimó que poco más podría sostener su defensa y se entregó resiñado a sus coléricos compagneros, que de tantas pignas lo hicieron agnicos.
Pero hete aquí que una de esas comilonas tuvo un iñominioso desenlace. Sucedió que aquel día la conversación de los ñomos, que giraba sobre los asuntos más variados, fue a instalarse en temas de ñoseología. En ese momento uno de los presentes, el ñomo Iñacio, se declaró añóstico. Para qué. Primero se hizo un silencio general, y en seguida se alzaron cien voces que al unísono lo acusaron de iñorante. "¡Mirá si va a ser incoñoscible!", protestaron. Estaban indiñados. Él se mantuvo firme en su tesis, impuñando los argumentos que le salían al paso. Sin embargo, la última palabra fue de los otros, que no estaban dispuestos a sentir sus oídos impreñados de semejantes ideas, y reputándolo "poseído por el Maliño", se arrojaron con íñeo furor contra el polémico e indiño personaje.
Iñacio resistió un poco, evitando los ataques de un ñomo proñato, pero cuando vio que se le venía encima el montón, estimó que poco más podría sostener su defensa y se entregó resiñado a sus coléricos compagneros, que de tantas pignas lo hicieron agnicos.
5 comentarios:
Pobre Iñacio, le dieron con un cagno.
El que le dio con un cagno, en el sentido liso y llano del término (y bien doloroso, le juro), fue aquel petiso de bigotes, el que mira con gesto maliño. Usted, por si acaso, cuidesé al opinar, si sigue siendo amigo de Hume.
Igual no estoy seguro de que Hume fuera agnóstico. Seguro usted sabe mejor.
Sabe que nunca se me ocurrió preguntarle?
Bueno, si no se declaró agnóstico (entre otras cosas debido a su proverbial desconocimiento de Thomas Huxley), al menos su pensamiento corre para ese lado, ¿nocierto?
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