Si tomo el colectivo y un hombre que me cede el asiento viene a despertarme a la brusca conciencia de que ya no soy el que era, y si en el reflejo de la ventanilla veo mi cabeza ya capilarmente empobrecida, y si recuerdo a tanta gente querida que ya no está conmigo, ¿cómo hago para soportar el peso infinito de este malestar por lo efímero de las vidas? ¿Y cómo para darles el gusto a los demás pasajeros que, incómodos, pretenden que no explote en llanto, que no gima de forma escandalosa durante todo el puto viaje, cuando advierto, hastiado de esta fugaz parábola tan repetida, que soy de nuevo otro bebé en brazos de otra madre, con otras (¿cuántas?) vidas por delante?
lunes, enero 14, 2008
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6 comentarios:
definitivamente, prefiero el segundo malestar, cuando todo está por pasar y donde todo intento es un logro...
un abrazo, don nico.
hacía rato que no pasaba por acá. había olvidado que escribías tan bien. cuando tengas tu libro yo lo quiero autografiado.
Yo pasaba y me emcuentro con esto. Y ahora me tengo que subir a un colectivo. Ahhh
Paso un puto segundo por acá y lo único que me llevo es angustia existencial. Gracias, flaco, eh? Gracias.
Manón: Macana que, mezcladito con eso, este sujeto dice sentir como un tedio anticipado por las fugacidades venideras. Pero al minuto se le va a pasar.
Otro abrazo para usté.
Rambo: Epa, ¿no será mucho un libro? Si querés, te firmo alguno de otra persona...
Gracias por esas exageradas flores. Y qué bueno saber que seguís vivo.
Marta: Qué casualidad, che. Por mi parte, le deseo un viaje entre vidas sin mucho malestar, y le doy 20 centavos, porque mire que aumentó el pasaje.
Tony: Para angustia existencial, llámelo mejor a este muchacho. De nada.
Yo no puedo creer que después de tantos años de trabajo tenga que seguir subiendo al bondi.
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