viernes, julio 31, 2009

G. K. Chesterton, en su biografía de Robert Browning, cuenta de éste que su sentido de la inviolabilidad de la diferencia humana era tan profundo, que la idea misma de la humanidad le parecía repugnante y prosaica, porque fundía a los hombres en una mezcla uniforme en la que todos, en lugar de combinarse, se perdían por completo, del mismo modo que si se tocaran cuatrocientas canciones hermosas a la vez. Creía Browning que a cada persona Dios le había hecho una confidencia definitiva y particular, y que cada uno de nosotros era, por ende, el secreto portador de un mensaje peculiar. A veces mi padre afirma, aunque a su manera, algo lejanamente similar o que podría considerarse un corolario de lo antedicho, a saber: que hasta el mayor de los pelotudos tiene alguna cosa interesante para aportarnos. A veces estas creencias falaces llegan a animarme un poco, pero casi siempre consigo escapar a la tentación de sentir que tengo algo propio que expresar. Sé que no soy único, ni siquiera especial. Soy casi nadie. Me bastaron unas pocas lecturas para reconocer que todo lo que podría decir ya fue mejor dicho por otros –incluso esta constatación melancólica no tiene nada de original. Pero me gusta, pese a todo, palabrear, y cada vez que, entre dilatados espacios de abstinencia, me llega de no sé dónde el impulso para sentarme a escribir, soy capaz abstraerme largamente en esta infructuosa tarea, a menudo postergando otras urgentes. Con un deleite morboso, me detengo acá y allá en la minuciosa reformulación de frases que me importan sólo a mí, retenido por cierta vanidad que me hace modelar y admirar la gracia que palpita en mi propio gesto inútil. Puedo, en estos casos, prescindir de la idea de un receptor, ya que habitualmente no es mi objetivo comunicar nada a nadie. Sólo me dejo escribir, y en medio de ese trance cualquier otro asunto aparece como una distracción molesta y fugaz. Recién cuando el ímpetu se acaba experimento la necesidad de publicarme, pero como el malestar por un trámite inevitable en el que debiera involucrar a terceros para que mediasen entre algo mío y yo. Ahora que termino, por ejemplo, me fastidia haber escrito, lo consumado me defrauda y no querría socializar esto de mí. Aun así lo publico y me pregunto no sé qué.

9 comentarios:

cuti dijo...

o "cuánto hay?"

Lucas Efe dijo...

Ese tipo de preguntas son las que hacen que uno se quede sin hacer, sin mojar, ahí, quietito. A mi parecer no se puede estar pensando constantemente en el aporte universal y trascendental de nuestras acciones. No se si los grandes pensadores se planteaban eso... sino que hacían. Hacían cientos de cosas, y quizás sólo algunas quedaban para la memoria.

Seguí escribiendo...

Nico dijo...

Sí, Cuti. Pero, aunque me gusta más su forma de expresarlo que la mía, plantearlo en términos cuantitativos tampoco me llega a cerrar del todo... Qué difícil.

Lucas Efe: No sé si me dejan sin hacer, pero sí pueden dejarme sin compartir lo que hiciere. Tampoco creo que mi preocupación sea obtener un reconocimiento inmortal; a eso tranquilamente podría o incluso querría renunciar. Creo que el asunto es más personal y a lo mejor tiene que ver con encontrar, si la hay, y expresar, no sé a quién –tal vez a mí, sobre todo–, esa confidencia peculiar que menciono por ahí.
En cualquier caso, le agradezco el aliento...

cuti dijo...

siempre hay una cantidad de cifras que haga que cierre.

Nico dijo...

Tiene razón.

Matías Brasca dijo...

Si me permite la insolencia, le invito a darse una vueltita por aquí:

http://cafrunisticosydeliraciones.blogspot.com/

Salut!

Aurelia Di dijo...

ud lo dice mas lindo. yo digo, al estilo de su progenitor: para que mierda escribo estas pelotudeces...se viene el delete, se viene.
y después me arrepiento vio...si total voy a seguir tecleando. sigo leyendo

Eze B. dijo...

Me gustó mucho este texto. Me sentí íntimamente identificado con lo expresado. De hecho, quizás Ud. lo sepa, Nico, a mí no me gusta escribir, y reflexiones como las que Ud. ha volcado aquí me han llevado a una que otra decisión bastante trascendente.
Simplemente, no queriendo agregar nada a lo ya dicho, quiero felicitar al autor del blog. Nada más, ni nada menos.

Nico dijo...

Le agradezco mucho sus palabras, Eze, y me alegra verlo por acá.