jueves, noviembre 23, 2006

Vieja anécdota

Me cuesta creer que don Enrique haya sido alguna vez un pibe. Puedo hacerme una idea de cómo lucía hace un par de lustros, si lo miro entrecerrando los ojos, de manera que una ligera bruma atenúe sus muchas arrugas; pero imaginarlo como a un mocoso de pantalones cortos me resulta totalmente imposible. Yo podría jurar que nunca tuvo menos de 50 y que la calvicie lo acompañó toda la vida. Pero debo dar crédito –me digo– a su propio testimonio: este encorvado anciano, según asegura, contó alguna vez con sólo 11 años. Así pues, no cuestiono sus palabras, por respeto y por temor de que se le ocurra desempolvar algún viejo álbum lleno de fotos amarillentas para exponérmelo con fines probatorios.


De cualquier modo, no consigo evitar que me refiera una "acnédota" de aquella remota infancia. Cuenta el hombre que una vez, en el colegio, durante el curso de 5º grado, la maestra le exigió con severidad que pasara al frente para dar no sé qué lección. El joven Quique se levantó de su asiento y comenzó a avanzar hacia el pizarrón cuando, de pronto, al bajar la vista tímidamente, notó que no llevaba puesto el guardapolvos, que estaba descalzo, que apenas tenía calzoncillos y camiseta: ¡así había concurrido al colegio! ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Contuvo un grito y, sin dejar de caminar, miró a su alrededor, aturdido. Sus compañeros –cosa rara– no reían ni murmuraban, ni siquiera exhibían el menor desconcierto ante la situación; tampoco la maestra. Nadie parecía reparar en la inusualmente escasa vestimenta, o a nadie parecía importarle. De todas maneras y por si acaso, lo más conveniente, pensó, sería guardar las formas y actuar con naturalidad, tratando de llamar la atención lo menos posible...


Dice que no sabe qué pasó después: la cinta del recuerdo se corta en ese punto. Finalmente, mientras se lleva el índice tembloroso a la sien, en un gesto que por lo general le ayuda a recordar, confiesa que ya no sabe bien si todo aquello le ocurrió de verdad.


4 comentarios:

cuti dijo...

¿Y por qué los compañeros habrían de exhibir desconcierto si estaban vestidos de manera similar? Yo lo sé porque estuve ahí, era el de los calzoncillos rojos.

Muy bueno. Un saludo.

Nico dijo...

Le agradezco, Cuti. El mayor desconcierto me lo produce su visita. No sé cómo llegó a estos andurriales, pero es para mí un honor verlo por aquí.

cuti dijo...

Paso seguido, no se crea.

Nico dijo...

Me enorgullece seguido, entonces.